domingo, 24 de agosto de 2008

ECUMENISMO Y DIALOGO INTERRELIGIOSO- 1ra Sesión

En esta oportunidad nos toca compartir nuestro 2do Tema cuyo eje se fundamenta en la tarea que como cristianos comprometidos tenemos y asi poder decir a una sola voz que "Cristo es el único Salvador del Mundo"


Autor: Jutta Burggraf
Fuente: El ecumenismo: una tarea para todos

¿Qué es el ecumenismo?


Jesucristo ha enviado a sus discípulos hasta los confines de la tierra para llevar la Buena Nueva de la salvación a todas las naciones: “Id pues y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” Pero antes de anunciar la fe a los demás, hay que poner orden en la propia casa. Este es precisamente el núcleo de la labor ecuménica.
El término ecumenismo viene de las palabras griegas “oikéin” (habitar) y “oikós” (casa) que han tenido diversos significados a lo largo de la historia. Los cristianos las han empleado para hablar de la Iglesia, la gran casa de Cristo. La labor ecuménica se refiere a todos los que viven en esta casa, y fomenta su unidad, “de acuerdo con las diversas necesidades... y las posibilidades de los tiempos.”
Las comunidades cristianas
En el curso de la historia, muchos grupos enteros se han separado de la Iglesia católica. Especial importancia tienen el “cisma de Oriente” -que dio lugar a la Ortodoxia en el siglo XI- y la “Reforma en Occidente”, que dio lugar a diversas comunidades, a partir del siglo XVI: luteranas, reformadas y anglicanas con sus múltiples ramas y subdivisiones. ¿Se puede decir que todos los miembros de estos grupos ya no pertenecen a la casa de Cristo? ¿Han salido de ella o, según el caso, nunca han podido entrar? El modo anticuado de referirse a las “sectas protestantes” parece sugerirlo; pero, en realidad, es un error.La puerta para entrar en la Iglesia es el bautismo válido, que se administra según el rito establecido y en la fe recibida de Cristo. Esta fe debe abarcar al menos los dos misterios más grandes que nos han sido revelados: la Santísima Trinidad y la Encarnación. En consecuencia, todas las personas bautizadas en estas condiciones, se han “incorporado” a Cristo y han “entrado” formalmente en su casa. Pueden enfermar e incluso morir (espiritualmente), pero nadie puede echarles jamás. Por esto, no sólo los católicos son “cristianos”, sino todos los bautizados, en cuanto que sus respectivas comunidades conservan al menos esta fe mínima en los dos grandes misterios mencionados. El Concilio Vaticano II afirma claramente acerca de ellos: “Justificados en el bautismo por la fe, están incorporados a Cristo y, por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos, y los hijos de la Iglesia católica los reconocen, con razón, como hermanos en el Señor.”
En un niño recién nacido la gracia de Dios actúa del mismo modo, tanto si es bautizado en la Iglesia católica como si lo es en una Iglesia ortodoxa o evangélica.
Las Iglesias libres
Además de estas grandes “Iglesias establecidas”, que tienen cada una su organización interna muy concreta, existen las llamadas Iglesias libres. Se trata de grupos “espontáneos” que, a lo largo de los siglos, se han desgajado sobre todo de las Iglesias evangélicas, en busca de una mayor fidelidad a Cristo. El adjetivo “libre” suele aplicarse a ellas por dos razones que, a su vez, les dividen en dos grupos.
Por un lado, están aquellas Iglesias libres que se caracterizan por no administrar el bautismo a los niños, sino sólo a aquellos adultos que han tomado una decisión clara y personal. Se oponen, por tanto, a las “Iglesias de pueblo” que aumentan su número por el mero nacimiento de hijos de sus fieles. A este grupo pertenecen, por ejemplo, los baptistas que cuentan hoy en día con unos 38 millones de miembros.
Otro tipo de Iglesias libres son las comunidades originadas en torno a una protesta contra la mediocridad de alguna “Iglesia establecida” dependiente de un Estado civil. (Son “libres” de la influencia de este Estado) Han conservado el bautismo de los niños y se oponen a las “Iglesias nacionales”. A este grupo pertenecen, entre otros, los metodistas que tienen alrededor de 50 millones de fieles.Lo importante es que todas las personas que se han adherido a una Iglesia libre son cristianos, porque han sido bautizados válidamente.
Las comunidades independientes y sectas.
Como hemos visto, hay un consenso fundamental, una fe común en todas las Iglesias cristianas: la fe en la Santísima Trinidad y en Jesucristo. Quien no es bautizado en esta fe, no ha entrado en la casa de Cristo.
Este es el caso de muchos otros grupos –pequeños y grandes, regionales e internacionales- que, de alguna manera, se apoyan en la Biblia y conservan elementos de la Revelación: los mormones, los testigos de Jehová... Pero no tienen esta fe mínima que se requiere para pertenecer a la Iglesia; por esto, no pueden llamarse cristianos.
Si estos grupos presentan unas determinadas características negativas, como lo son, por ejemplo, el terror psicológico, la coacción o el fanatismo, se suelen llamar “sectas”. Según este esquema básico podemos afirmar que una “secta protestante” es una organización violenta que deforma por completo ciertas verdades de la fe cristiana (en este caso, en su interpretación luterana), las mezcla arbitrariamente con algunos datos pseudo-científicos (provenientes quizá de la psicología profunda, de una cultura asiática o del esoterismo) y las utiliza para justificar una conducta amoral. No se trata, de ninguna manera, de una Iglesia evangélica, cuyos miembros son nuestros “hermanos separados”.
La Iglesia católica y el misterio de la salvación.
La fe nos dice que hay una única Iglesia verdadera que encontramos con su esplendor completo en la Iglesia católica: en ella se conserva toda la revelación y podemos recibir toda la gracia divina. Pero también los miembros de las otras Iglesias cristianas comparten (grandes) verdades de nuestra fe y están santificados por la gracia de Dios. Esta doble realidad la expresa el Concilio Vaticano II cuando afirma solemnemente que la única Iglesia de Cristo “subsiste en la Iglesia católica.” No dice que “es” la Iglesia católica, para dejar espacio a la vida eclesial de las otras comunidades cristianas: la Iglesia de Cristo está realizada en su plenitud en ésa y en parte también en las otras comunidades cristianas, en las que se encuentran importantes elementos de verdad y bondad: porque “las partes desprendidas de una roca aurífera son también auríferas.”
El Papa Juan Pablo II explica: “La Iglesia católica se alegra cuando otras comunidades cristianas anuncian con ella el Evangelio, sabiendo que la plenitud de los medios de salvación le han sido confiados a ella. En este contexto debe ser entendido el subsistit de la enseñanza conciliar.” Quiere decir que, además de los bienes que conjuntamente dan vida a la Iglesia y que pertenecen a nuestro patrimonio común, “pueden encontrarse algunos, más aún, muchísimos y muy valiosos, fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza, la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles. Estos u otros elementos de la Iglesia existen realmente, con su fuerza salvadora, en las comunidades cristianas no católicas; y puede ser que, a veces, hayan estado “más eficazmente puestos de relieve” en ellas.
La Iglesia invita a mirar a nuestros hermanos en la fe no sólo bajo la perspectiva negativa de lo que “no son” (los no católicos), sino bajo el prisma positivo de lo que “son” (los bautizados). Son los “otros cristianos”, como Juan Pablo II suele llamarles con gran sensibilidad, sin negar lo que les separa todavía de la perfecta comunión eclesial. Según el Vaticano II se distinguen diversos modos de pertenecer a la casa de Cristo. La pertenencia es plena, si una persona ha entrado formalmente –mediante el bautismo- en la Iglesia y se une a ella a través de un “triple vínculo”: acepta toda la fe, todos los sacramentos y la autoridad suprema del Santo Padre. Es el caso de los católicos. La pertenencia, en cambio, es no plena, si una persona bautizada rechaza uno o varios de los tres vínculos (totalmente o en parte). Es el caso de los cristianos ortodoxos y evangélicos.Sin embargo, para la salvación no basta la mera pertenencia al Cuerpo de Cristo, sea plena o no. Todavía más necesaria es la unión con el Alma del Señor que es –según la imagen que utilizamos- el Espíritu Santo. En otras palabras, sólo una persona en gracia llegará a la felicidad eterna con Dios. Puede ser un católico, un anglicano, luterano u ortodoxo. Y puede ser también un seguidor de otra religión, ya que el Espíritu Santo actúa misteriosamente también fuera de los límites visibles de la Iglesia cristiana. En cada religión pueden encontrarse semina Verbi, huellas de verdad y bondad. Con todo, conviene tener presente que las religiones no cristianas no poseen “autonomía salvífica”: no salvan a los hombres por sus propias fuerzas. En cuanto los acercan a Dios, no pueden considerarse separadas de Jesucristo, porque el Espíritu que en ellas actúa es el Espíritu de Cristo. Su operación en las culturas y religiones “asume un valor de preparación evangélica y no puede no referirse a Cristo.” Conduce secretamente a los hombres a Cristo y a su Iglesia, que es el “lugar privilegiado” de su acción.Por tanto, cuando los no cristianos son salvados, se unen a Jesucristo y también -de un modo inconsciente- al misterio de su Cuerpo, que es la Iglesia.Participan hondamente en el misterio eclesial, de un modo que sólo Dios conoce.Pero una persona que vive en la casa de Cristo, puede gozar de la plenitud del amor divino y está llamada a comunicar su dicha a los demás. Tiene un camino incomparablemente más corto, seguro y sencillo para llegar a la felicidad eterna (y terrena). Esto es válido, en primer lugar, para un católico, pero también para los cristianos de otras confesiones. Todos ellos viven del Evangelio y de los sacramentos, que les comunican la gracia de Dios. Todas las Iglesias cristianas son un signo de esperanza, un signo del Señor resucitado. Son como un trampolín hacia el cielo, y sus miembros tienen mucho más en común que lo que les separa. Si alguno de ellos, por ejemplo, muere por amor a Cristo –en el caso del martirio- su alma se une directamente con Dios, sin necesidad de más purificaciones. Es digno de considerar que, referente a los mártires, Juan Pablo II habla del “ecumenismo de los santos”. Las grandes conmemoraciones de los mártires, que ha celebrado este Papa durante su pontificado, han sido también impresionantes actos ecuménicos que han puesto de manifiesto nuestras esperanzas comunes. “El mundo tiene necesidad de los locos de Dios –dijo el Papa en una de estas ocasiones- de este tipo de locos que atraviesan la tierra como Cristo, como Adalberto, como Estanislao o Maximiliano Kolbe y tantos otros.”

Puedes ampliar este tema a través del siguiente enlace:

http://es.catholic.net/indice/mapa.php?ts=42&ca=787&te=2608&id=

miércoles, 6 de agosto de 2008

"San Martin de Porras" - VIDEO. 3ª Sesion (Doctrina Social de la Iglesia)

Estimado Profesor(a):

En esta oportunidad para nuestra 3ª sesión del tema "DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA" vas a visualizar un vídeo que nos muestra a San Martín de Porras, Santo de los pobres con aquellas virtudes que lo encaminaron hacia la santidad y lo envolvieron en una entrega permanente a su prójimo.
La Santidad es parte de nuestra vida. Debería serlo siempre, puesto que nuestro Padre es Santo... en que medida esto nos permitirá ayudar a quienes nos rodean? Será importante considerar la santidad como motor de nuestras acciones?
Considerar como importante que además es nuestro compatriota y que supo desde su condición responder al llamado de Dios y al llamado que le hacían sus hermanos.



Resulta importante el poder darnos cuenta de que abandonarnos a los planes de Dios es producto de una entrega permanente al projimo, a nuestro hermano, a quien esta a nuestro lado.
De manera general se añadiria una reflexion más que pueda complementar el sentido de la santidad. "¿Para qué sirven los Santos?" y que sentido pueden darle a nuestra vida, a nuestra sociedad, a nuestra entrega al projimo.
Autor: P. Jordi Rivero Fuente: Corazones.org ¿Para qué sirven los santos?
Los santos nos sirven como modelos a imitar en la vivencia de virtudes, son puntos de referencia

¿Para qué sirven los santos?
¿Es importante rezar a los santos? ¿Debemos venerarlos? ¿Por qué son santos?Todos fuimos creados por Dios para ser santos.Dios quiere que todos se salven (1Tm 2,4), pero para salvarse es necesario renunciar al pecado y seguir a Cristo con fe. Veneración de los santosLos primeros santos venerados fueron los discípulos de Jesús y los mártires (los que murieron por Cristo). Más tarde también se incluyó a los confesores (se les llama así porque con su vida "confesaron" su fe), las vírgenes y otros cristianos que demostraron amor y fidelidad a Cristo y a su Iglesia y vivieron con virtud heroica. Con el tiempo creció el número de los reconocidos como santos y se dieron abusos y exageraciones, por lo que la Iglesia instituyó un proceso para estudiar cuidadosamente la santidad. Este proceso, que culmina con la "canonización", es guiado por el Espíritu Santo según la promesa de Jesucristo a la Iglesia de guiarla siempre (Cf. Jn 14:26, Mt 16:18). Podemos estar seguros que quien es canonizado es verdaderamente santo. La Iglesia no puede contar la cantidad de santos en el cielo ya son innumerables y por eso celebra la
Fiesta de todos los Santos. Solo se consideran para canonización unos pocos que han vivido la santidad en grado heroico. La canonización es para el bien de nosotros en la tierra y en nada beneficia a los santos que ya gozan de la visión beatífica (ven a Dios cara a cara). Los santos en el cielo son nuestros hermanos mayores que nos ayudan con su ejemplo e intercesión hasta llegar a reunirnos con ellos.La devoción a los santos es una expresión de la doctrina de la Comunión de los Santos que enseña que la muerte no rompe los lazos que unen a los cristianos en Cristo. Los Protestantes rechazaron la devoción a los santos por no comprender la doctrina de la comunión de los santos. El Concilio de Trento (1545-63) reafirmó la doctrina católica. Los santos interceden por nosotros. En virtud de que están en Cristo y gozan de sus bienes espirituales, los santos pueden interceder por nosotros. La intercesión nunca reemplaza la oración directa a Dios, quien puede conceder nuestros ruegos sin la mediación de los santos. Pero, como Padre, se complace en que sus hijos se ayuden y así participen de su amor. Dios ha querido constituirnos una gran familia, cada miembro haciendo el bien a su prójimo. Los bienes proceden de Dios pero los santos los comparten.Los santos son modelos. Debemos imitar la virtud heroica de los santos. Ellos nos enseñan a interpretar el Evangelio evitando así acomodarlo a nuestra mediocridad y a las desviaciones de la cultura. Por ejemplo, al ver cómo los santos aman la Eucaristía, a la Virgen y a los pobres, podemos entender hasta donde puede llegar el amor en un corazón que se abre a la gracia. Al venerar a los santos damos gloria a Dios de quien proceden todas las gracias.Sin duda hay quienes se desvían de una sana devoción y hasta existen personajes que son venerados popularmente al margen de la Iglesia y no son sino falsos santos. Estos errores no justifican que se descuide la auténtica devoción sino mas bien resalta la importancia de la catequesis.Santos patronosUn santo puede ser declarado patrono de un país, diócesis o institución religiosa. También hay santos patronos de diferentes gremios y causas. Además, todos podemos elegir un santo patrono de nuestra devoción como modelo e intercesor. La santidad consiste en la participación más íntima en la vida de Dios. Todos estamos llamados a la santidad: "vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial", (Mt 5,48). Algunos cristianos han reflejado con mayor heroísmo y coherencia cómo se puede vivir en perfecta sintonía con el Dios de la vida. No son superfluos los santos, pues nos ayudan a ver en la práctica cómo es posible dejarse poseer por el Espíritu Santo y vivir según las Bienaventuranzas.Los santos, además de interceder por nosotros y concedernos favores, nos sirven como modelos a imitar en la vivencia de virtudes, como ejemplos de padres de familia, de misioneros, de católicos comprometidos, etc. Ellos no nos sobran, pero tampoco suplen a Dios. Son personas que han entregado su vida y que Dios nos los pone como puntos de referencia.

lunes, 4 de agosto de 2008

Principios Básicos de la DSI _2ª sesión.

Estimado Profesor(a) para nuestra 2ª Sesión de"DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA" hemos seleccionado este artículo que nos brinda un panorama de lo que significan los princios básicos de la DSI.


Autor: P. Jordi Rivero Fuente: Corazones.org Doctrina Social de la Iglesia
Principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia

Justicia: por esta virtud cardinal, damos a cada uno lo que le corresponde.La vocación cristiana tiene implicaciones sociales ya que Jesús nos ordenó a continuar su misión de propagar el Reino de amor y justicia. Somos miembros de Su Cuerpo Místico.
La Iglesia ha desarrollado, sobre todo a partir del siglo XVIII, su magisterio sobre la Justicia Social con las siguientes encíclicas: Rerum Novarum (León XIII,1891), Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931), Populorum Progressio (PabloVI, 1967), Octogésima Adveniens (Pablo VI, 1971), Evangelii Nuntiandi (Pablo VI, 1976), Laborem Exercens (Juan Pablo II, 1981).
Con Juan Pablo II: «Las permanentes circunstancias que padece el mundo contemporáneo y las deplorables condiciones de subdesarrollo en que se encuentran aún demasiados países» demuestran «la permanente actualidad de la doctrina social de la Iglesia» y la necesidad de «partir desde una perspectiva justa» Esta perspectiva se centra en «la verdad del hombre, que es descubierta por la razón y confirmada por el Evangelio de Jesucristo, que proclama y promueve la auténtica dignidad y la natural vocación social de la persona». «la enseñanza social de la Iglesia» ofrece orientaciones para la «promoción de los derechos humanos, para la tutela de la familia, para el desarrollo de instituciones políticas auténticamente democráticas y participativas, para una economía al servicio del hombre, para un nuevo orden internacional que garantice la justicia y la paz y para una actitud responsable hacia la creación». «sólo hombres nuevos pueden hacer nuevas todas las cosas».«el compromiso social de los cristianos laicos se puede nutrir y ser coherente, tenaz y valeroso sólo desde una profunda espiritualidad, esto es, desde una vida de íntima unión con Jesús».
El compromiso social es el medio para que los laicos sean capaces de «expresar las grandes virtudes teologales --fe, esperanza y caridad-- a través del ejercicio de la difícil responsabilidad de edificar una sociedad menos lejana del gran proyecto providente de Dios».
Principios básicos de la doctrina social - Resumen del compendio adaptado por el
P. Jordi Rivero
La doctrina social católica se fundamenta en el amor de Dios para cada uno de sus hijos. Este amor ha sido revelado por Jesucristo. Es por tanto fundamental entender esta doctrina y ponerla en práctica para ser buenos cristianos.Principios que constituyen el corazón de la doctrina social católica.
Dignidad: Toda persona tiene dignidad dada por Dios.-«La Iglesia ve en los hombres y mujeres, en toda persona, la imagen viva del mismo Dios» #105.-Cristo, por medio de la encarnación, se ha unido a cada hombre dándonos una dignidad incomparable e inalienable. -Todas las personas tienen igual dignidad, sea hombre y mujer, saludable o enfermo.(Cf. # 144-48). -Dios creó la persona humana a imagen suya y la colocó en el centro de la creación. (Génesis).-Recibimos de Dios la vida y todo cuanto tenemos. Por eso la relación con Dios nunca puede ser eliminada (Cf. #108-9).
Somos cuerpo y alma: No se puede perder de vista la unidad entre cuerpo y alma. Por lo tanto, no se deben despreciar ni el cuerpo ni el alma. (# 125-9).
El hombre es un ser social: El hombre y la mujer fueron creados juntos, demostrando así que la persona humana no es una criatura solitaria, sino que tiene una naturaleza social (Génesis). El pecado ha afectado la naturaleza humana y está «en la raíz de las divisiones personales y sociales» (116). El pecado nos separa de Dios y también de las demás personas y del mundo. Pero Dios no nos abandono a la condición de pecado sino que todos pueden encontrar salvación en Jesucristo y por medio de El compartir la naturaleza de Dios. El ser humano no es ni absolutamente autónomo ni tampoco una mera célula dentro de un organismo mayor. La naturaleza social de todos los seres humanos significa que crecemos y realizamos nuestra vocación en relación con los demás (#149-51).
Sociedad : Sólo puede haber una sociedad justa «cuando se basa en el respeto a la dignidad trascendente de la persona humana» (# 132). Los derechos humanos se basan en la dignidad de la persona (#152-55).
Libertad: Las autoridades deberían ser cuidadosas con las restricciones que ponen a la libertad (# 133). Nuestra dignidad humana demanda que actuemos «de acuerdo a una elección consciente y libre» (# 135). Esta libertad no es, sin embargo, ilimitada, dado que únicamente Dios puede determinar lo que es bueno o malo. Además, la libertad debería ejercitarse por una conciencia guiada por la ley moral natural (#136-43).
El bien común: El bien común se encuentra el desarrollo de las condiciones que permiten que las personas logren su plenitud más total y fácilmente (Cf. #164). Entre estas: La paz, un sistema jurídico justo y los servicios esenciales. -El estado tiene la responsabilidad de salvaguardar el bien común-pero los individuos también son responsables de ayudar a que se desarrolle, según las posibilidades de cada uno. -El estado también se encarga de reconciliar los bienes particulares de los grupos e individuos con el bien común general. Ésta es una delicada tarea y en un sistema democrático las autoridades deben ser cuidadosas a la hora de interpretar el bien común no sólo según los deseos de la mayoría, sino también respetando el bien de las minorías.
Compartir los bienes: El principio del destino universal de los bienes (# 171-84): Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos. Esto significa que cada persona debería tener acceso al nivel de bienestar necesario para su pleno desarrollo. Este principio tiene que ser puesto en práctica según los diferentes contextos sociales y culturales y no significa que todo está a disposición de todos. El derecho de uso de los bienes de la tierra es necesario que se ejercite de una forma equitativa y ordenada, según un específico orden jurídico. Este principio tampoco excluye el derecho a la propiedad privada. No obstante, es importante no perder de vista el hecho de que la propiedad sólo es un medio, no un fin en sí misma. Es importante recordar que: «El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva» (#174). El principio de la opción preferencial por los pobres, que se ha de ejercitar por medio de la caridad cristiana e inspirarse en la pobreza de Jesús y su atención al pobre. Organización de la sociedad
El principio de subsidiariedad: La sociedad civil está compuesta por muchos grupos. El estado debería no sólo reconocer su papel y respetar su libertad de acción, sino también ofrecer la ayuda que puedan necesitar para llevar a cabo sus funciones. Cada persona, familia y grupo tiene algo original que ofrecer a la comunidad (Cf. #187). Una negación de este papel limita, o incluso destruye, el espíritu de libertad e iniciativa. El principio de subsidiariedad se opone, por lo tanto, a «ciertas formas de centralización, burocratización, y de ayuda al bienestar y de presencia injustificada y excesiva del estado en los mecanismos públicos».
El principio de participación: Es una implicación del principio de subsidiariedad. Todos están llamados por Dios a cooperar en la vida social, cultural y política (Cf. # 189). La participación es uno de los pilares del sistema democrático.
El principio de solidaridad: Por medio del ejercicio de la solidaridad cada persona hace un compromiso por llevar a cabo el bien común y servir a los demás.-La solidaridad, por lo tanto, significa la voluntad de darnos por el bien de nuestros prójimos.-La solidaridad no es solo filantropía. Nuestro prójimo no es sólo alguien con derechos «sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, redimido por la sangre de Jesucristo y puesto bajo la permanente acción del Espíritu Santo» #196. -En tiempos modernos, ha habido una mayor concienciación de la interdependencia entre los individuos y los pueblos. La solidaridad es tanto un principio de la vida social como una virtud moral que cada persona debe desarrollar (Cf. #193).
Artículo publicado en Catholic.net-Doctrina Social de la Iglesia.